Lo dejamos para el otro año.

Me encantan los últimos días del año, dan paz. Es un privilegio, obviamente, tener la libertad de sentir como el tiempo se detiene. Es como los días que saben a Domingo entre semana, como el olor de un Viernes en Miércoles. El clásico lo dejamos para el otro año es el imperativo al sentimiento universal de que la vida tiene permiso para desacelerar un poquito, para preocuparnos un tantito menos, porque hay otra oportunidad, porque podemos volver a empezar. Para muchos esto no es cierto; para mí lo es, y para muchos otros seguramente también. Requiere la complicidad de la mayoría del mundo para tener permiso; requiere que exista la posibilidad en la consciencia del colectivo para que funcione.

Podría decir cosas más, cosas menos, pero mejor, lo dejamos para el otro año.

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